Cómo una grabación de 1995 hizó su camino hasta hoy para reforzar mi convicción de la importancía y de la legitimidad de este proyecto.
Hace poco mi mamá encontró una grabación de su mamá, mi abuela. Una entrevista conducida en 1995 por mi tío Raymond, durante la cual ella cuenta sus recuerdos de la ocupación alemana de 1940 a 1944, que afrontó como maestra en un pueblito del centro de Francia.
Mi tío, hermano de mi papá, no tenía una relación estrecha con mi abuela materna, pero sabía que su marido habia creado un grupo de resistancia y ella vivido el “éxodo” (una huida masiva de la población, que ocurrió en Francia en mayo de 1940 cuando el ejército alemán invadió la mayor parte del territorio francés).
Mi abuela le contó su corta huida hacia el sur, con su mamá y sus dos hijos (su marido habia sido mobilizado meses antes), hasta que los alcanzaran las tropas alemanas más avanzadas. A raíz de eso, les tocó devolverse a su casa, donde pasaron el resto de la guerra. Ella y mi abuelo, una vez desmobilizado, eran los únicos maestros de su pequeña escuela. También eran asesores de la alcadía, manejaban entre otras cosas la distribución de los bonos de alimentación del pueblo, mientras organizaban la resistancia clandestina local.
El largo viaje seguido por la grabación
Yo conocía la existencia de las cintas de la entrevista, pero nunca las había escuchado. Cuando mi tío se murió en 2008, un mes antes de mi abuela – quien se murió poco después de celebrar sus 100 años – una prima mandó las cintas a mi mamá. Las guardó sin escucharlas, hasta encontrarlas hace poco.
Pide a mi hermano que las recupe para asegurarse que no se perdieran. Tomó la iniciativa de convertirlas al formato digital y me mandó el archivo.
Así, hace un par de días, encontré un mensaje en mi bandeja de entrada, que tenía por texto “La cassette de Raymond” y el audio como pieza adjunta. Me quedé totalmente sorprendido por el regalo que me hacía la vida.
La emoción al escuchar voces del pasado
Sin tardar, empecé a escuchar el archivo. Me impactó muchos oír las voces. Si los dos protagonistas fallecieron hace 12 años, por vivir a miles de kilómetros de ellos, hacía aún mas tiempo que no había escuchado sus voces sin embargo tan familiares. ¡Qué emoción sentí!
La voz tranquila de mi tío haciendo preguntas impulsado por una curiosidad intelectual de la cual fui testigo en muchas ocasiones. La de mi abuela, contestando a veces con vacilación, por los años pasados, a veces con pudor y otras veces con la autoridad moral que siempre le conocí. Y obviamente sus muletillas, sus acentos….
La emoción fue tanta que no pude seguir. Paré la lectura del archivo después de algunos minutos y me quedé pensando. Pensando en el tiempo que pasa. En los seres queridos que se van y en la forma que permanecen en nuestras vidas y memorias.
¿Qué pensar de estas voces que me llegaron del pasado precisamente cuando impulsaba el proyecto Dejar mi huella en Colombia? Decidí interpretarlas como un fuerte aliento a seguir adelante, a hacer vivir la memoria de mis familiares y de muchas otras personas a través de este proyecto.
Los objetos de transmisión como botellas al mar
Quien hubiera imaginado que ¿esta entrevista encontraría tal recepción, 26 años después, a 10.000 kilómetros de su lugar de grabación? Como una botella al mar que se encalla en una playa del otro lado del oceano…
Tú tambien viviste momentos que valen la pena ser compartidos. Ojalá esta corta historia te anime a compartirlos, a transmitirlos a une nueva generación, para que puedas, ¿quién sabe?, tener un impacto similar en 10, 20, 30 años…
Sin esperar nada a cambio, pero con la esperanza de, a tu turno, dejar huella.